Un país atrapado entre las promesas y los escándalos: el saldo del gobierno Petro
Por: Dairo Mora
Presidente Revista Poder
Por años, Gustavo Petro se presentó como la figura que rompería los vicios de la política tradicional. Prometió un proyecto transformador que, según él, devolvería la dignidad institucional, la paz territorial y la equidad social. Sin embargo, finalizando su mandato, el país enfrenta una realidad muy distinta: escándalos, retrocesos institucionales, deterioro de la seguridad y un profundo desgaste de credibilidad. Hoy, lo que para muchos fue esperanza de cambio, terminó convirtiéndose en una de las experiencias de gobierno más caóticas y decepcionantes de la historia reciente de Colombia.
El derrumbe de la promesa anticorrupción
Uno de los golpes más duros al proyecto de Petro fue el escándalo de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD). La compra irregular de carrotanques para La Guajira, los sobrecostos injustificables y la participación de altos funcionarios destruyeron la credibilidad moral del gobierno.
No fue un error administrativo: fue un desfalco que debilitó la confianza en el Estado y dejó en evidencia fallas graves de control, ética y liderazgo.
Este caso no surgió aislado. Se sumó a denuncias sobre influencia indebida, irregularidades en la financiación de campaña, rupturas internas, espionaje entre funcionarios y una cadena de renuncias que dejaron al gobierno sin rumbo. Petro llegó a combatir la corrupción, pero terminó atrapado por ella.
Un discurso que se desmoronó en la práctica
La bandera moralizadora se quebró frente a contradicciones evidentes. Mientras el presidente hablaba de transparencia, austeridad y ética, su gobierno se vio envuelto en escándalos que involucraron figuras cercanas al círculo presidencial. La idea del «cambio ético» chocó con decisiones improvisadas, ministros enfrentados entre sí y una narrativa que culpa al pasado de todos los fracasos presentes.
Lo que debía ser un mandato coherente terminó envuelto en contradicciones, improvisación y un distanciamiento completo entre el discurso y la realidad.
El deterioro de la seguridad y el fortalecimiento de los grupos armados
Quizá el retroceso más doloroso para los colombianos ha sido el aumento de la violencia. La política de «paz total» abrió espacios de diálogo sin exigir condiciones mínimas de cese de hostilidades. El resultado fue un fortalecimiento preocupante de los grupos armados: disidencias, ELN, El Ejercito Gaitanista y bandas locales expandieron su control territorial.



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