Primero el Ego, luego La Patria
Domingo, 30 de Noviembre de 2025.
Por Mateo Arjona, Economista y Consultor en Marketing Estratégico
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En Colombia está pasando algo tan evidente como vergonzoso: la izquierda ya hizo la tarea y se unió; la derecha y el centro, en cambio, siguen en un concurso patético de egos, cálculos personales y silencios cobardes. Y en ese teatro de vanidades lo que está en juego no es una candidatura: es el país.
Las cifras son claras. La más reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría muestra a Iván Cepeda liderando la intención de voto con 20,5%, seguido de Abelardo de la Espriella con 18,7% y luego el resto del abanico de nombres que hoy fragmentan la llamada “oposición” a Petro.
Es decir: la izquierda ya tiene un candidato único en cabeza de Cepeda, coherente con la disciplina que la llevó a la presidencia en 2022. La derecha, en cambio, tiene un candidato competitivo —Abelardo— y un montón de gente jugando a ser “presidenciables” sin ninguna opción real, pero con un ego tan grande como su incapacidad de leer el momento histórico.
“Los Presidenciables”:
- Juan Carlos Pinzón dejando por fuera deliberadamente a Abelardo.
- Sergio Fajardo repitiendo el libreto de siempre: “ni uribista ni petrista”, mientras en la práctica le abre la puerta a que la izquierda gane otra vez por división ajena.
- Vicky Dávila convertida en candidata sin estructura nacional, pero con la soberbia suficiente para creerse indispensable y con una rabieta de adolescente.
- Germán Vargas Lleras y otros líderes políticos calculando su propio juego, negociando tiempos, encuestas, “procesos internos”.
Todos dicen amar a Colombia, pero ninguno está dispuesto a sacrificar su aspiración personal para evitar cuatro años más de un proyecto político que ha demostrado, en la práctica, que su prioridad no es la libertad económica, ni la seguridad, ni la estabilidad institucional.
No es que no entiendan la aritmética. Es peor: la entienden… pero no les importa.
Hay algo aún más grave que los candidatos que dicen abiertamente “no me uno”: los líderes tradicionales que se esconden detrás del silencio, de las “mesas técnicas”, de las “consultas”, del “todavía no es el momento de decidir”.
Los partidos que dicen oponerse a Petro —liberales díscolos, conservadores indignados, sectores del centro y de la derecha— llevan meses hablando de “una gran coalición antipetrista”. Los titulares lo dicen: se reúnen, hacen declaraciones, posan para la foto. Pero a la hora de escoger un candidato único, todo se rompe por dentro.
La política tradicional colombiana funciona así: primero el cálculo, luego el país. Primero el puesto, luego la patria. Primero el ego, luego la historia.
No quieren asumir el costo político de apoyar a alguien que no controlan, que no les debe favores, que no proviene de sus maquinarias. Prefieren seguir negociando cuotas, figuración, listas y embajadas del futuro, antes que aceptar que tal vez el único nombre capaz de ganar está por fuera de sus estructuras: un independiente con carácter, determinación, coherencia y algo irreverente… Abelardo De La Espriella.
Se puede estar de acuerdo o no con el estilo de Abelardo de la Espriella. Es polémico, confrontacional y tiene un discurso duro que incomoda a muchos. Pero la política no se gana con gustos; se gana con votos.
Las encuestas serias dicen dos cosas contundentes:
- Entre los candidatos de derecha, Abelardo es hoy el más fuerte. A la pregunta directa por “candidato de derecha”, obtiene 27,4% de apoyo, muy por encima de Vargas Lleras, Miguel Uribe, Vicky Dávila y Juan Carlos Pinzón.
- El respaldo de Álvaro Uribe sigue siendo decisivo. En la misma medición, cuando se pregunta si la gente votaría por un candidato respaldado por Petro o por uno respaldado por Uribe, el 45,1% dice que por el candidato de Uribe y solo el 35,5% por el de Petro.
Traduzcamos eso al lenguaje simple que muchos líderes se niegan a asumir: Hoy Abelardo está en torno al 19% y es el candidato de derecha mejor posicionado; en un escenario en el que el Presidente Uribe deje a un lado la “neutralidad” y apoye con nombre propio a Abelardo no lo pondría a competir; lo pondría a arrasarfácilmente hacia cifras cercanas al 34% en primera vuelta, dejando a la izquierda en el 20–21% que hoy registra.
No es poesía, es probabilidad. Es transferencia de voto potencial, que no se activa porque tenemos un Centro Democrático fracturado, en guerra interna por encuestas, procedimientos y controles, mientras la izquierda va a paso firme. Es hora de reaccionar y si tiene que quedar un candidato por fuera del partido para salvar la Patria, que así sea. Primero la Patria, luego el partido.
Por eso esta columna no es un canto ingenuo a la “unidad” como palabra bonita; es una interpelación directa a quienes hoy están bloqueando, por acción u omisión, la única fórmula que los números muestran como viable para evitar otros cuatro años de izquierda en el poder.
- A Pinzón, Fajardo, Vicky, Vargas Lleras, Partido Conservador y en general todos los que se declaran contra Petro: no digan “no estamos en contra de la unidad”. Sus declaraciones y sus actitudes dejan claro que la prioridad no es Colombia, sino su marca personal.
A los caciques de partido que siguen esperando “el momento” para pronunciarse: el tiempo político no se mide en encuestas internas, sino en ventanas de oportunidad. Y esa ventana se está cerrando.
Al Presidente Uribe con profundo respeto y admiración: las cifras muestran que su respaldo sigue siendo decisivo. No decidir es, en la práctica, permitir que el país siga en manos de un proyecto que ha demostrado su incapacidad de gobernar con responsabilidad fiscal y respeto por las instituciones.
Si de verdad “la patria está primero”, este es el momento de demostrarlo. No en trinos ambiguos, no en declaraciones diplomáticas, no en reuniones de café: en una decisión concreta con nombre propio.
Colombia está frente a un punto de no retorno. O la derecha y el centro asumen que la única opción matemática y probabilísticamente viable para derrotar a Cepeda es cerrar filas alrededor de Abelardo de la Espriella —con todo lo que eso implica en términos de sacrificio personal—, o se resignan a ver cómo, otra vez, la división les arrebata el poder mientras se consuelan diciendo que “por lo menos yo no me vendí”.
Cuando el ego es más grande que el país, el país es el que termina pagando la factura. Y esa factura, si no reaccionan ya, puede llamarse: otros cuatro años de izquierda, hasta el infinito y más allá.
— Mateo Arjona, Economista



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