Uribe más fuerte que nunca: Colombia está despertando

Álvaro Uribe Vélez está más fuerte que nunca. Es, todavía hoy, la figura más atacada y más viva de la historia política reciente de Colombia. Y hay un hecho incómodo para muchos: cada golpe que le lanzan lo hace más fuerte.

No se victimizó. No se retiró. No se escondió. Aguantó. Y en ese aguante, se volvió símbolo de una mayoría que no grita, pero que decide.

Porque si algo ha demostrado Uribe es que no es hijo del establecimiento, sino producto de los retos y desafíos. Su historia política nunca fue cómoda: lo quisieron sacar desde Antioquia, lo sabotearon en el Congreso, le negaron el respaldo cuando nadie quería enfrentar al terrorismo.

En 2002 le dijeron que era imposible ganar en primera vuelta. Lo hizo. Le dijeron que la seguridad era un sueño. La llevó a cifras inéditas. Lo acusaron de autoritarismo, pero entregó el país con una democracia fortalecida, crecimiento económico histórico y confianza internacional recuperada.

Y esto no es una intuición, es historia.

Dato mata relato

En 2002, cuando Uribe llegó a la Presidencia, Colombia registraba cerca de 29.000 homicidios al año; para 2010, esa cifra había caído a cerca de 16.000.

En ese mismo año 2002, el país superaba los 2.500 secuestros anuales; al final de su gobierno se habían reducido en más del 90%, un logro sin precedentes históricos.

La economía, que crecía apenas al 1,5%, cerró su gobierno con un crecimiento sostenido por encima del 4,5%, mientras la inversión extranjera directa se multiplicaba por cuatro y la confianza internacional regresaba como nunca antes.

Redujo a menos de la mitad las hectáreas cultivadas con coca, dejando solo cerca de 60.000 en 2010, una cifra que hoy contrasta con las más de 330.000 hectáreas actuales (252.000 registradas oficialmente).

En salud, el número de afiliados creció de 25,1 millones en 2002 a 43,5 millones en 2010, mientras los afiliados al sistema pensional pasaron de 3,5 millones a casi 7 millones en ese mismo periodo.

En infraestructura vial, Colombia pasó de apenas 52 kilómetros de doble calzada en 2002 a más de 1.039 kilómetros en 2010. Más de 25.000 instituciones fueron conectadas a internet y se modernizó por completo el sistema de telecomunicaciones y correo.

Ningún otro gobierno en la historia moderna de Colombia había logrado una transformación tan profunda, tan cuantificable y en tan poco tiempo.

Eso es lo que hace a un líder popular sin ser populista: resultados, no promesas.

Mientras tanto, la izquierda prometió dignidad y entregó pobreza, escasez, polarización y desprecio por la inteligencia de la gente.

Vendieron épica, entregaron burocracia. Hablaron de revolución, operan como aristocracia. Se burlaron del mérito. Redujeron el trabajo a privilegio. Creyeron que la familia era un estorbo.

Y en nombre de la “justicia social”, golpearon al que se levanta todos los días a producir. En nombre del cambio, degradaron lo elemental.

Ahí está la razón por la cual el uribismo sigue vivo.

Porque no es un partido. No es un color. No es un apellido. Es una reacción moral, instintiva, orgánica del país silencioso que trabaja, que cree en la propiedad privada, en la autoridad legítima, en la familia como núcleo y en la seguridad como condición mínima de dignidad.

Ese país hoy observa en silencio. No está confundido: está midiendo. Y ya comprendió que el vacío no se llena con rabia, sino con orden, mérito y extrema coherencia.

Por eso, no es nostalgia lo que mueve al uribismo. Es supervivencia.

Lo que vuelve no es el pasado: es el orden elemental que nunca debió romperse. La coherencia extrema. La cultura del trabajo. El mérito como escalera, no como privilegio. La seguridad como madre de todas las libertades. La inversión social como herramienta de movilidad, no como anestesia electoral.

Y cuando ese país, que no exige milagros sino respeto y dignidad, hable otra vez en las urnas, lo hará como en 2002: sin gritar, pero con una contundencia que no deja duda.

Porque estas batallas no las gana el ruido. Las gana la coherencia extrema.

Y cuando un pueblo vuelve a reconocer el valor de lo esencial, no vuelve con timidez: vuelve con decisión.

Y esta vez, así como entonces, volverá a construir mayoría en primera vuelta. No por culto a un hombre, sino por convicción de país.

Porque Colombia no está cayendo, Colombia está despertando.

¡En primera vuelta Colombia!

Mateo Arjona, Economista

Mateo Arjona
mat@mmcapitalventures.com | @mateoarjona | www.mateoarjona.com
Economista | MBA – Marketing | CEO M&M Capital Ventures | VP Strategee Group


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